Sunday, July 23, 2017

Esta es una guerra por el control de la soberanía sobre el Monte del Templo - Debka



El brutal ataque terrorista de Halamish donde se asesinó a un abuelo de 70 años, y a su hijo y su hija entre los 40-50 años, dejando gravemente herida a una abuela de 68 años, cuando la familia estaba reunida para la cena del sábado el viernes 21 de julio, no fue un acto de terror aleatorio. Seguía directa y sistemáticamente el asesinato de dos policías israelíes en el Monte del Templo exactamente una semana antes. Los planificadores del primer acto terrorista, perpetrado por tres árabes israelíes, sabían exactamente que tal acción encendería unas llamas que reclamarían muchas vidas israelíes y palestinas.

Halamish es una pequeña comunidad judía ortodoxa de 250 familias, no muy lejos de Ramallah. Está amurallada, cerrada y vigilada. Sin embargo, un palestino de 19 años de la aldea cercana de Kubar fue capaz de escalar la valla, irrumpir en la casa de la familia, cercana a la valla, y golpear repetidamente a cuatro de sus miembros. La esposa del hijo asesinado agarró a los cinco niños que estaban visitando a sus abuelos, se escondió con ellos en otra habitación y llamó a la policía, mientras que un vecino, un soldado de 19 años de permiso, disparó al terrorista a través de una ventana y finalmente detuvo la carnicería.

Los paramédicos, aunque experimentados en atrocidades terroristas, tuvieron que superar su horror ante el baño de sangre en el que tuvieron que trabajar para salvar vidas. Para el abuelo y su hijo ya era demasiado tarde. Su hija murió entonces bajo sus manos, y la abuela fue trasladada al hospital en estado grave.

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, decidió beneficiarse de la alta tensión alrededor del Monte del Templo desde el asesinato del 14 de julio de los dos policías israelíes. Al acusar a Israel de declarar una guerra religiosa (sic), anunció el viernes que suspendía todos los contactos de seguridad de los palestinos con Israel. Esto demostró su enorme chutzpah, considerando que es esta cooperación la que precisamente le mantiene en el poder. Él trata directamente con los estadounidenses que apoyan a sus fuerzas de seguridad y sirven como intermediarios para los lazos palestinos con sus homólogos israelíes.

Si los palestinos deciden seguir por el camino de la violencia, sus partidarios estadounidenses y europeos se enfrentarán al dilema de seguir patrocinando el terror. Y eso es exactamente lo que perseguían los tres pistoleros musulmanes cuando dispararon a los dos policías israelíes en la entrada de la Puerta del León al Monte del Templo.

Los palestinos son consistentes en sus tácticas: Primero derraman sangre israelí, luego dicen al mundo que son las víctimas y que como mártires están justificados en su búsqueda de venganza, especialmente contra "los hijos de los monos y cerdos que contaminan Al Aqsa". Así fue como el asesino de Halamish, Omar al-Abed de 19 años y simpatizante de Hamas, describió a los judíos en sus "últimas voluntades" que publicó en Facebook tres horas antes de los asesinatos. Excepto que en vez de morir con el halo de un mártir, sobrevivió.

Durante toda la semana, sus líderes, incluidos los miembros árabes electos del parlamento israelí, dijeron a los musulmanes palestinos e israelíes que el complejo de Al Aqsa, una plataforma artificial construida en el lugar donde se levantó el templo judío hace más de 2.000 años, es exclusivamente musulmán y ningún judío tiene el derecho de poner los pies en el "Noble Santuario". Esta afirmación también se aplica a Jerusalén, conocida en árabe como Al Quds.

Los detectores de metales más famosos en toda la historia de Oriente Medio se convirtieron en emblemas que objetivaron su rabia por la soberanía israelí en el Monte del Templo y la ciudad santa. Esto ha expuesto la disputa como siendo una disputa más nacional que religiosa.

Para Israel, la soberanía sobre su capital y el lugar de los templos judíos, que fue ganada a gran costo en una guerra defensiva después de milenios de exilio, no está en cuestión. La reiterada promesa del gobierno de preservar el status quo en el Monte del Templo y los lugares sagrados de la ciudad está sólidamente respaldada. Sin embargo, no deja huella en los palestinos, ya que la promesa es ofrecida por una entidad que ellos consideran un usurpador.

Solamente les satisfaría que Israel abandonara el Monte del Templo dejando su pleno control a la Autoridad Musulmana Waqf.

Pero esto presenta otro problema. Durante décadas, los gobiernos israelíes han reprimido provisionalmente los interminables brotes de violencia mediante concesiones a la autoridad musulmana, ya sea el Waqf o Jordania, permitiendo que el rey hashemita reclame la custodia de Al Aqsa. Pero nunca fue suficiente para mantener fuera la violencia palestina por mucho tiempo. Incluso se permitió al Waqf construir una extensión de Al Aqsa, que recompensaron destruyendo restos y artefactos preciosos de los templos judíos, que fueron desenterrados por los constructores.

Pero Israel ha llegado al final de esta tiranía. Es obvio que incluso si los detectores de metal instalados en las puertas del Monte del Templo fueran removidos o reemplazados, la violencia desencadenada en el Monte del Templo el 14 de julio fue solamente un comienzo, seguido una semana después por los asesinatos en Halamish.

Una oleada de enfrentamientos palestinos con la policía en Jerusalén el viernes dejó tres manifestantes palestinos muertos. El Jefe del Estado Mayor de Israel, el teniente general Gady Eisenkott, ordenó ayer la convocatoria masiva de refuerzos del IDF y de la policía para tratar de ponerle freno a la violencia y proteger a las comunidades judías de Judea y Samaria.

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