Sunday, September 18, 2016

¿Los judíos aman excesivamente el sexo? - David Biale - Tenoua


Michael Ajerman


La idea de que los judíos serían sexualmente hiperactivos o, por el contrario, parangones de la modestia y el pudor, tiene un preciso origen histórico. Esto es en realidad un producto del antisemitismo de tipo racial, aparecido con el temor a la integración judía en las sociedades europeas. El antisemita racial teme más al judío que no puede reconocer que al que reconoce (vestimenta, aspecto exterior judío). Su peor enemigo es el judío convertido o el que se le parece en todos los sentidos, porque ese judío puede "inseminar" en el cuerpo de la nación política cristiana, no sólo metafóricamente, sino también literalmente. En el imaginario del antisemita racial, el judío estaría representado por un repelente anciano guiado por su lujuria y por su deseo de violar a inocentes jóvenes cristianos.

Esta fantasía que tuvo su origen a finales del siglo XIX, alcanzó su apogeo en un artículo publicado al final de la Primera Guerra Mundial por Artur Dinter, Die Sünde wider das Blu, "El pecado contra la sangre". En este pomposo ensayo y estrictamente ilegible,  - a pesar de lo cual vendió millones de copias en Alemania de Weimar -, Dinter dibujaba un relato retorcido de unos judíos codiciosos que inoculan su sangre entre los cristianos por medio de las relaciones sexuales. El rastro de su sangre era tan poderoso que podía absorber la sangre aria e infectar a sus víctimas. Aunque Dinter fue expulsado del partido nazi (porque su antisemitismo era demasiado cristiano), tenía precisamente el tipo de ideas que permitieron el crimen nazi de Rassenschande ( "la polución de la raza") y que fueron codificadas por las infames leyes de Nuremberg en 1935.

Los judíos ellos mismos no fueron totalmente impermeables a estas ideas. Por lo tanto, hubo judíos - incluyendo algunos teóricos del sionismo - que admitieron la acusación de la hipersexualidad judía, pero la vieron como el resultado de la perturbación nerviosa a la que los judíos modernos parecían particularmente susceptibles. No obstante, también hubiera sido posible apoyar la idea contraria, la de una ausencia de energía sexual entre los judíos, con el mismo argumento. Sin embargo, la recomendación por aquel entonces era reformar el cuerpo judío, convertirlo en físicamente fuerte y viril, en otras palabras, en crear judíos musculosos. Por supuesto, los sionistas estaban convencidos de que esta transformación del cuerpo judío solamente ocurriría dentro de un marco nacional sano y mediante el trabajo agrícola. Para estos pensadores, el sionismo también tenía que ser una revolución erótica.

La novela de Phillip Roth, "El lamento de Portnoy", publicada en 1967, es quizás el último capítulo de este discurso moderno. Alexander Portnoy es una caricatura de un judío hipersexual que bien podría haber aparecido en el semanario pornográfico nazi y anti-judío de Julius Streicher, Der Stürmer. Nada interesa más a Portnoy que dormir con shikses, mujeres no judías. Pero si bien es presentado como irremediablemente lascivo, las mujeres con las que se relaciona le ven más bien como algo opuesto, como un clásico "mesías doméstico". Roth conocía los argumentos sionistas a la hora de hacer frente a alguien como Portnoy. Así que cuando Portnoy visita Israel y observa una sana sexualidad judía, se vuelve impotente. Los críticos que vieron allí una imagen realista de la sexualidad judía retratada por Roth, estaban equivocados. Este libro extrae su energía de estereotipos difundidos durante un siglo antes de culminar en Portnoy, y esta novela es simplemente un comentario satírico sobre estos estereotipos.

Si bien el judío hipersexual es el resultado de ese momento particular de la historia, ¿podemos encontrarlo en fuentes anteriores? Parece que no. Para asegurarnos, cabe señalar que aunque el IV Concilio de Latrán de 1215 prohibió las relaciones sexuales entre judíos y cristianos anticipándose a las leyes de Nuremberg, no hay pruebas de que los cristianos vieran a los judíos, al igual que los nazis, como hipersexuales. La Iglesia temía que los judíos ya no pudieran distinguirse de los cristianos, por eso se hizo obligatorio el uso de signos distintivos como la rodella o el sombrero puntiagudo.

Las visiones medievales de los judíos estaban menos interesadas en el sexo que en sus "características demoníacas". Los judíos daban de mamar como las cerdas y bebían la sangre de los cristianos asesinados con ese propósito. Ambos de sus supuestas actividades se basaban en la creencia de que los judíos hacían exactamente lo contrario de lo que prescribía su religión. Su verdadera religión era una reversión de lo que afirmaban creer.

La acusación de consumo de sangre cristiana es, sin embargo, estructuralmente la opuesta a la Rassenschande. La primera dice que los judíos robaban la sangre del cuerpo de los cristianos; la segunda que inocula su sangre dentro del cuerpo de los cristianos. Sólo la segunda es realmente sexual. Así mientras el miedo medieval a los judíos se fundamentaba en que no eran seres humanos, el miedo moderno se centra en que son demasiado humanos.

Del lado judío, la historia no es más simple. Una de las virtudes fundamentales en el Talmud es "la modestia o el pudor", un término que sugiere un control de la sexualidad. Aprendemos ahí que incluso un rabino expulsó hasta las moscas de su habitación para que no asistan a una relación sexual. En las tradiciones filosóficas, cabalísticas y hasídicas el hecho de minimizar el placer físico del sexo era considerado como algo virtuoso. El gran maestro hasídico Najman de Bratslav (1772-1810) afirmó que cuando tenía una relación sexual, sentía un dolor real, similar al de la circuncisión. Y encontramos en el Talmud, como en tradiciones posteriores, muchas historias de sabios que visitan a su esposa sólo una vez al año, o incluso que hacen un voto de celibato, al igual que los monjes cristianos.

La misma tradición talmúdica, sin embargo, requiere que cada hombre tiene que casarse y procrear. Ésta es la norma, y no el celibato. Más aún, el Talmud impone una frecuencia de las relaciones sexuales en función de la actividad de cada uno. Del mismo modo, rechaza prohibir cualquier práctica sexual (e incluso se encuentra en el Talmud un texto que se lee como un Kama Sutra judío). Más importante aún, la ley rabínica reconoce el derecho de las mujeres al placer sexual y fija a los maridos el deber de permitir ese placer sexual a sus esposas. Se espera que los hombres controlen sus impulsos sexuales (el "buen padre de familia" a la Portnoy), pero las mujeres no tienen este deber.

El judaísmo, por lo tanto, puede considerarse que tiene un enfoque más positivo de la sexualidad que el cristianismo, el cual preconiza ideales como la ascesis monástica y el celibato. Sin embargo, este enfoque positivo no carece de ambigüedades, tal vez debido a la influencia cristiana. Para la tradición judía, el justo equilibrio entre la renuncia cristiana y la lujuria incontrolada es la relación sexual conyugal regulada y controlada.

¿Cuál es entonces la relación entre esta tradición y el mito del judío hipersexual? Es muy tenue, salvo quizás el hecho de que el judaísmo en su conjunto no condena la sexualidad y que todos los hombres judíos tienen el deber de casarse, todo lo cual puede haber alimentado la fantasía cristiana de una hipersexualidad judía. Si judíos eran un peligro para la sociedad cristiana porque su verdadera religión era secreta y demoníaca, posteriormente, durante el período moderno en el que los judíos se incorporan a la sociedad europea y comienzan a casarse con cristianos, puede ser que su verdadera sexualidad se muestre incontrolada y se vuelva contra sus vecinos. El hecho de que la mayoría de los judíos no actuaran de esa manera se convierte entonces en una especie de prueba inversa de que es exactamente así cómo actúan.

Es fascinante observar que este discurso sobre la sexualidad judía ha desaparecido en gran parte del vocabulario antisemita. Ya durante el período nazi, otro temor se combinó con el de la Rassenschande: el temor al poder judío. Aunque estos dos tipos de temor pueden estar vinculados, parece realmente que ha sido la idea de un poder judío mítico y excesivo, a menudo concentrado obsesivamente en el Estado de Israel, el que ha sustituido al temor al judío sexual . Lo único que demuestra es que si el contenido del odio hacia los judíos puede variar, su motivación sigue siendo la misma.

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