Saturday, September 17, 2016

El "diálogo de religiones" en cuestión - Shmuel Trigano

 

El asesinato del sacerdote de Saint-Etienne-du-Rouvray ha marcado un punto de inflexión para la política ecuménica de las instituciones judías. Las reacciones a las que dio origen permiten comprobar la validez de algunas de las ideas recibidas por el "diálogo de religiones" que practican de forma rutinaria. La reacción de los otros dos socios de este diálogo estuvo, efectivamente, llena de enseñanzas.

La actitud de la Iglesia dio el tono. Rezó por los asesinos y confesó que todos los hombres eran culpables (así pues ella misma, lo que confirmó el Papa), transformando el espectáculo de la guerra religiosa islámica en una ceremonia compasional y sacrificial que abogaba por el perdón universal.

La idea de que pudiera existir un frente unido católico-judío en el cual la comunidad judía pudiera encontrar apoyo de cara al antisemitismo procedente del medio musulmán, se derrumbó con estrépito. A lo sumo, los judíos franceses se encontrarían, en caso de emergencia, ante la dimisión política y nacional que la Iglesia de Francia demostró en esta ocasión. Podrían, en cualquier caso, contar con su "compasión" a la hora de llorar a las víctimas judías. Esquivando la confrontación con un problema tan serio como el actual, dispensando al Islam francés de realizar un esfuerzo a la hora de adaptarse al país..., la Iglesia agrava aún más la negación de la realidad que se ha vivido en Francia durante los últimos 15 años. Y en esta negación está inscrita la negación del antisemitismo.

La reacción de los actores musulmanes también estuvo llena de enseñanzas. La opinión musulmana no pudo más que sentirse plenamente aliviada por la actitud de la Iglesia. El CFCM (el organismo directivo de los musulmanes franceses), la emanación de la UOIF, ella misma la rama francesa de los Hermanos Musulmanes, llamó a los musulmanes a participar en la misa del domingo, un enfoque con un doble sentido, como es la regla en este movimiento, si se recuerda el llamamiento de unos de sus dirigentes, D. Boubakeur, de transformar las iglesias vacías en mezquitas, y sobre todo si sabemos que en el Islam declarar la profesión de fe musulmana en cualquier lugar basta simplemente para islamizar dicho lugar.

El espectáculo irenista de connivencia entre musulmanes y cristianos que los medios de comunicación reproducieron hasta la saciedad buscaba extinguir la idea de que había un grave problema a resolver en Francia. Por una vez el "diálogo entre judíos y musulmanes", en el plano religioso, al cual tanto han contribuido las instituciones judías, se convirtió en el pariente pobre del "diálogo de las religiones". La idea de que el judaísmo, por su modelo, podría ayudar a socializar al Islam, un recién llegado a la República, y actuar como patrocinador en este proceso que lo pondría en línea con las otras religiones, se hundió con estrépito..

Desde el lado "secular", unos cuarenta intelectuales musulmanes condenaron los ataques en un artículo en un diario, un hecho rarísimo, sobre todo después de tantos años desde que la comunidad judía hubiera apostado por la existencia de un "Islam moderado" en el que confiar. Por desgracia, su compasión por los cristianos, el mismo día de la misa ecuménica, y tras una condena genérica de los atentados - y sin exigir autocrítica en el sector musulmán -, alimentaban un olvido enorme y central: dentro de la lista de masacres islamistas de los últimos 15 años condenadas por estos intelectuales ilustrados, simplemente no había lugar para recordar ni los cientos de ataques antisemitas en la década de 2000, ni los ataques mortales anti judíos (Halimi, Toulouse, Hyper-kosher).

Parece que estos intelectuales piensan, como en el mundo árabe y en el movimiento islamo-izquierdista, que esas violencias y masacres anti judías eran de hecho actos de resistencia contra el "sionismo"... En su confesión, estos musulmanes laicos y "moderados" parecían haber sentido la necesitad de ocultar uno de los centros más poderosos de resentimiento islámico para centrar su crítica exclusivamente en el odio anticristiano, dando la impresión de un testimonio implícito de que la relación con los judíos sigue siendo el factor de lealtad última en el Islam, lo cual autoriza la posibilidad de la existencia de una crítica interna. En los países árabes, los intelectuales críticos con los islamistas compensan generalmente su audacia con su "virulento antisionismo"... Fuerza es constatar que nunca hemos tenido en Francia una condena franca y extensa del antisemitismo por parte de las autoridades musulmanas (excepto la voz solitaria de algunos individuos).

Este paisaje es en realidad el resultado de la fallida política del estado francés, desde el gobierno Jospin, quién comenzó negando la realidad de los problemas y del antisemitismo musulmán, y pensó que podía manejarlos con un "diálogo de religiones" teledirigido, confiando en las religiones el papel de asegurar la paz civil, función primordial del poder del Estado.

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