Wednesday, September 11, 2013

Definiendo quién es un judío - A.B. Yehoshua - Haaretz



Si un judío no desea ni necesita vivir en Israel, ni siquiera conoce o desea hablar en hebreo, ni necesita o desea mantener relaciones comunitarias formales con otros judíos, ni tampoco cree en el Dios de Israel y en su Torah, y no necesariamente es el hijo de una madre judía, ¿quien es entonces, un judío?

En comparación con el esfuerzo de definir "quién es un sionista”, definir quién “es un judío" resulta complejo y tedioso, pero es una cuestión que se ha sido tratada y sigue siendo tratada no sólo por judíos, sino por no judíos de todo tipo, desde los admiradores del pueblo judío a sus más encarnizados enemigos. Parece sorprendente que un pueblo que estima su edad en unos 3.200 años siga discutiendo sobre su autodefinición, como si miles de años de historia no hubieran bastado para llegar a un acuerdo al respecto. Pero si las disputas sobre la definición de un judío, inclusive en la Ley del Retorno, se han mantenido e incluso intensificado a continuación, debe haber alguna verdadera necesidad existencial, política y cultural que necesita ser expresada.

¿Por qué necesitamos una definición de todo? Antes de la creación del Estado, si hubiéramos estado de viaje y hubiéramos entrado en un restaurante en los Estados Unidos o Argentina o Tashkent, y el propietario nos hubiera reconocido como judíos al llegar a nuestra mesa, y nos dijera: "Escuchen, queridos invitados, yo también soy judío", nadie hubiera tratado de examinar sobre qué base se definía a sí mismo como judío. Nadie le hubiera preguntado si su madre era judía o sólo su padre, o si tal vez algún antepasado judío se le había aparecido en sueños y él hubiera decidió identificarse como judío. Nada de esto habría sido importante para nosotros, podríamos haber encontrado ese mismo hecho, el que se identificara a sí mismo como judío, como algo aceptable e incluso agradable, pero no nos hubiera comprometido a nada.

O podemos tomar un ejemplo más extremo y terrible: en los guetos y en los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial había no pocos judíos que habían sido identificados como judíos y encarcelados como tales, a pesar de que desde la perspectiva de la halajá (la ley judía) no se consideraban judíos porque no tenían madres judías. ¿Podría cualquiera de nosotros deducir cuantos de ellos fueron víctimas del Holocausto? Pero si estos seis millones hubieran resucitado y quisieran emigrar a Israel, por lo menos medio millón de ellos serían bloqueados por las autoridades de inmigración israelíes con el argumento de que no eran elegibles para la ciudadanía israelí bajo los preceptos de la Ley del Retorno.

Por lo tanto, antes del establecimiento del Estado, la definición de un judío en sí mismo no era importante para la mayoría de las personas, aquellos que no eran estrictos  en cuestiones de matrimonio, bastardía y entierro. Después de todo, a pesar de la antigüedad del pueblo judío, seguía siendo pequeño en número, por lo que cada nuevo miembro era bienvenido sin demasiado control. Pero una vez que se estableció el Estado, y sobre todo una vez que se aprobó la Ley del Retorno, la necesidad de una definición se convirtió en vital, desde que un judío, a través de su definición como tal, obtiene el derecho de venir a Israel y convertirse en un ciudadano de pleno derecho, con todo lo que ello implica. Por lo tanto, durante la última generación, el grave problema de la definición del judío salió de nuevo a la luz.

Después de fundarse el Estado de Israel, su primer líder, David Ben-Gurion, consultó a unas 60 grandes personalidades judías – religiosos y seculares, rabinos, filósofos y profesores, líderes en Israel y en la diáspora - y les pidió una respuesta a la cuestión de "¿Quién es un judío?" Las respuestas son muchas y variadas, pero una de ellas sobresale aún en mi memoria, la respuesta del gran escritor Shai Agnon (Premio Nobel de Literatura):
Señor Primer Ministro, esta pregunta sólo puede acarrearle problemas
Agnon tenía razón, su advertencia sobre los problemas que acarrearía es válida  en la actualidad. ¿Pero que es lo que un primer ministro debe hacer cuando su gobierno tiene un ministerio del Interior que tiene que emitir - o no - documentos de ciudadanía de conformidad con la ley vigente? No hay más remedio que definir quién es judío y hacer frente a este complejo problema porque será beneficioso tratar de aclararlo en previsión de la próxima interrogante que nos espera: "la Israelidad", es decir, la definición de quién es israelí y lo que eso supone o significa.

Vamos a comenzar echando un vistazo a la definición halájica aceptada, porque en el fondo proporciona la mayor parte de los datos esenciales para seguir adelante.

La definición halájica, que identifica a un judío por la persona nacida de madre judía (obviamos el tema de la conversión), parece haber cristalizado al final del período del Segundo Templo, cuando su fórmula final fue establecido por los sabios de la época. (Por cierto, durante muchos períodos de la historia judía, el término "Israel" fue utilizado más comúnmente que el término "judío"). Vamos a analizar la definición para ver lo que dice, y sobre todo lo que no dice.

Un judío es el hijo/a de una madre judía, establece claramente la definición. ¿Pero cómo llegó a ser esa madre judía? Solamente porque su madre, a su vez, era judía. ¿Y como llego a ser esa abuela judía? Bueno, simplemente naciendo de una mujer judía. Tal vez esta identidad judía, sus valores y su esencia especial, proviene de alguna generación de bisabuelas y tatarabuelas judías? No. Esa bisabuela judía era judía, simplemente, porque ella también nació de una madre judía, y así sucesivamente y sucesivamente...

¿Qué no dice esta definición? No dice que un judío tiene que vivir en la Tierra de Israel como un judío. No dice que un judío tiene que hablar hebreo como judío que es. No dice que un judío debe vivir en una comunidad judía, o que él tenga que tener algún tipo de obligación con otros judíos para poder ser llamado judío.

Lo que es aún más sorprendente es que, aunque se trata de una definición halájica, no dice nada de que un judío tenga que creer en la Torah de Moisés o en Dios para ser un judío.

Por lo tanto, la definición es esencialmente una definición de formar parte de un pueblo, o si se quiere, es una definición tribal, utilizando la base más mínima posible: haber nacido de una madre judía.

Esto significa que, lógicamente, sería un error incluir a los musulmanes, los budistas, los cristianos y los judíos en una misma categoría, como sería otro error lógico colocar a los musulmanes, los budistas, los cristianos y los noruegos en otra parecida categoría. La clasificación correcta anterior sería musulmán, budista, cristiano y judío creyente (o religioso). Alternativamente, sería lógico colocar a un inglés, un argentino, un judío y un noruego en la misma lista.

En otras palabras, de acuerdo a la definición halájica, ser judío tiene que ver con la afiliación a un pueblo, no a una religión.

Hasta hace alrededor de 200 años, los sabios podrían fácilmente, si lo hubieran querido, definir a un "judío" como una persona que creía en la Torah de Moisés o a una persona que observa los mandamientos de la ley judía. Esta definición habría encajado con más de un 99% de los judíos vivos hasta ese momento en cualquier lugar del mundo. Pero ellos decidieron no definir al "judío" de esa manera. La halajá judía en sí, lo define como miembro de un grupo nacional, no de una religión. Aunque a esta afiliación nacional le faltan algunos componentes nacionales importantes y necesarios (tal vez para dejar espacio a la observancia de los 613 mandamientos), es todavía una afiliación nacional.

Sostengo que en esa definición religiosa se encuentra un componente inherente de laicidad o de no religiosidad. Sin embargo, una persona nacida de una madre judía que no cree en Dios o en la Torah, e inclusive niega cualquier conexión con la tradición religiosa judía, todavía se considera un judío en todos los sentidos, incluso en la traducción más rigurosa de la halajá.

De todo esto comprobamos que el primer elemento que se desprende de la definición halájica - un judío es el hijo de una madre judía - está vacío. Esta definición no proporciona ningún contenido significativo.
Así que la pregunta debería ser entonces: ¿Es la pertenencia al pueblo judío solamente una pertenencia biológica? ¿Estamos hablando de un grupo étnico, o incluso de una raza, que puede ser identificada por sus genes, como la raza negra o la raza amarilla?

Por supuesto que no. Mientras que un negro, una persona de color, no puede convertirse en un blanco y un blanco no puede convertirse en un negro, una persona nacida de madre judía puede llegar a ser cristiano, o convertirse al Islam, perdiendo así su identidad judía pasando a otra religión. El hermano Daniel, un sobreviviente del Holocausto que se convirtió al cristianismo y vivió en el monasterio Stella Maris en Haifa, pidió a la Corte Suprema de Israel ser registrado como  judío en su documento de identidad, pero su petición fue denegada.

En Francia, el cardenal Jean-Marie Lustiger, un niño judío cuyos padres judíos perecieron durante el Holocausto, se jactaba de que no solamente era un cristiano, sino que también seguía siendo un judío. Sin embargo, todos los rabinos de Francia rechazaron categóricamente tal afirmación. El judaísmo no es una afiliación racial, y así un judío que se convierta a otra religión cancela la judeidad de la persona, a pesar de que nació de una madre judía.

Por otro lado, una persona que no haya nacido de una madre judía puede unirse al pueblo judío por la conversión.

Durante los últimos dos mil años de historia judía, innumerables judíos nacidos de madre judía abandonaron su judeidad mediante su conversión al cristianismo o al Islam, y fueron incorporados más allá del reconocimiento por otras naciones. El número de judíos a finales de la época del Segundo Templo se estima que era de cuatro millones, mientras que a comienzos del siglo XVIII sólo había un millón de judíos. Al mismo tiempo, las personas que no habían nacido de madre judía podían estar convirtiéndose en judíos mediante la conversión. Uno de nuestros historiadores más dinámicos y ágiles dice que tales conversos se contaron por decenas de miles.

Esto significa que la existencia o la inexistencia de una madre judía no es un componente necesario de la definición de un judío. El corredor religioso que lleva a la entrada, o a la salida, del pueblo judío, que sigue dependiendo de la voluntad de una persona y no de una característica biológica o genética.

Tras el acto de conversión al cristianismo, lo que significa que una persona abandona al pueblo judío, no existe el sentido de la cuestión de cómo es de leal al cristianismo. El tránsito por el corredor cristiano o musulmán elimina su judeidad de él. Lo mismo se puede decir de una persona que se convierta y entre en el pueblo judío a través del corredor religioso, pasando a formar parte del pueblo judío: No hay un significado a la cuestión de si él es remanentemente leal a la religión a la que se convirtió. Es pasando por el corredor religioso, la conversión, lo que le ha unido al pueblo judío, y en ese momento forme parte de lo que determina sus valores y creencias (aunque sean seculares), al igual que cualquier otro judío. Estos corredores religiosos son diversos. Hay corredores ortodoxos, corredores del Judaísmo de la Reforma, corredores masortis y otros, pero ahora hay otros corredores para la conversión que se están planteando con una naturaleza nacional-secular.

Para resumir esta sección, hemos identificado otro componente en la definición de judío. Además de un elemento de vacío (ser hijo de una madre judía), hay otro componente de elección y de libertad. Un judío puede ser un judío porque eligió ser un judío, y no porque se haya visto obligado - a causa de la biología o por alguna fuerza social externa, para definirse a sí mismo como un judío -. En muchos sentidos, es más fácil dejar de ser un judío que dejar de ser un israelí o dejar de ser un inglés.

Hago hincapié en este punto, porque esto es lo que da valor a la elección de una identidad judía. Ningún antisemita va a determinar si una persona es un judío o no lo es, y sin duda los nazis no estaban autorizados para determinar quién es un judío y quién no lo es, aunque en un par de años del tiempo que estuvieron en el poder mataron tanto a judíos como a no judíos por su insana definición. Si un hombre que no se consideraba a sí mismo como judío pereció en Auschwitz, debemos respetar su propia definición, y no tener en cuenta la de quienes le asesinaron de acuerdo a su distorsionada clasificación.

De ahí surge la cuestión: Si un judío no desea ni necesita vivir en Israel, ni siquiera conoce o desea hablar en hebreo, ni necesita o desea mantener relaciones comunitarias formales con otros judíos, ni tampoco cree en el Dios de Israel y en su Torah, y no necesariamente es el hijo de una madre judía, ¿quien es entonces, un judío? Y aquí está la respuesta que, aunque problemática, es la correcta: “Un judío es alguien que se identifica como un judío”. Esa es la raíz; esa es la esencia.

Si el lector piensa que esta definición anárquica es el fruto de una imaginación literaria, debe saber que ésta es exactamente la definición que sirvió de base para el Registro estatal de la Población de Israel en sus primeros años, cuando se absorbió a más de un millón de inmigrantes. Y esta fue la definición de "judío" en el Registro Regulatorio de la población israelí (julio de 1950): “Una persona que es judía según su propia declaración (siempre que no sea miembro de otra religión)”.

"Según su propia declaración", se entiende por su identificación como tal, y no es de extrañar que tal definición no decepcionara como fuente de ponderación y confusión. En la diáspora tal definición puede existir sin demasiados conflictos, ya que en cualquier caso los judíos pueden asociarse libremente con cualquier persona y con cada cual. La persona no judía no tiene ningún control sobre la autodefinición como judío de ese persona con la que se relaciona, y ciertamente no tiene obligaciones legales hacia él. Pero en Israel, donde los judíos deben someterse a la autoridad de otros judíos en todas las áreas de la vida, esta definición es problemática, y probablemente lo seguirá siendo hasta el final de los tiempos.

Lo que puede salvarnos de este problema inmanente es la definición de israelí. En efecto, si miramos la definición de "judío" en la Enciclopedia Hebrea, encontraremos para nuestro asombro que la enciclopedia, que fue editada por un erudito religioso, el profesor Yeshayahu Leibowitz, no tiene ninguna entrada para la palabra "judío". En el volumen XIX, página 222, aparece la siguiente cita: "judíos. ver Israel, pueblo de".

Y así Israel y "israelismo" será la siguiente y obligada parada en nuestro análisis (que se inició con "Definiendo el sionismo"), y cuyo objetivo es encontrar un espacio más razonable para la definición de las identidades y que nos permitirá, en la medida de lo posible, obtener algo más de orden y de claridad.

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